martes, 15 de mayo de 2012

INTELIGENCIA EMOCIONAL, DANIEL GOLEMAN




Todos los días, personas con niveles de coeficientes  intelectuales superiores a la media fracasan en sus empresas, sin embargo, otras personas con menos desarrollo cerebral, aunque les cuesta conseguir sus logros, una vez que los consiguen no los abandonan y evitan el fracaso. ¿Cómo es esto posible?

Daniel Goleman,  en su ensayo “Inteligencia Emocional” de 1995, quiere hacer constancia de la importancia de un equilibrio entre la parte puramente racional del cerebro (el CI), y el desarrollo emocional del mismo (CE) e (IE). Es más, a veces las emociones tienen la capacidad de favorecer o dificultar nuestra capacidad de pensar, planificar, acometer el entrenamiento necesario para alcanzar un objetivo a largo plazo  o de solucionar problemas; estableciendo así los límites de nuestras capacidades mentales innatas y determinando así los logros que podremos alcanzar en nuestra vida.

Es por ello que la IE es una aptitud maestra en la vida que el autor quiere dar a conocer. Según el sociólogo Sanford Dorenbush: “la mayoría de padres americanos blancos parecen dispuestos a admitir que sus hijos tengan asignaturas más flojas y a subrayar la más fuertes, sin embrago la actitud de los padres asiáticos es; si no te sabes algo estudiarás esta noche y si aun así no te lo sabes, mañana te levantaras temprano  seguirás estudiando”. De esta forma, con el esfuerzo adecuado todo el mundo puede tener un buen rendimiento escolar. Una fuerte ética cultural de trabajo se traduce en una mayor motivación, celo,  perseverancia y un acicate emocional.

Es necesario un CE elevado para vencer las emociones negativas que paralizan la actividad cerebral en el grado de ansiedad correspondiente, como las preocupaciones, la tristeza o el miedo. Las habilidades que usa la inteligencia emocional para interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, solo hay que observar cómo son valoradas las personas con cierto grado de empatía;  son tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, perseverancia, agilidad mental, y el optimismo.

La empatía es el fundamento esencial de la inteligencia emocional, la cual consiste en la capacidad de escuchar los sentimientos reales subyacentes al mensaje verbal, es el modo más eficaz de escuchar sin adoptar un una aptitud defensiva. Por ejemplo los miembros de una pareja deben de llegar a tal punto de ser capaz de empanizar con el otro hasta sosegar sus propias reacciones emocionales hasta volverse lo bastante sensible a sus propias respuestas fisiológicas como para poder captar con fidelidad los sentimientos de su pareja. Sin esta receptividad fisiológica no existirá la menor posibilidad de captar los sentimientos del otro. La empatía desaparece en el mismo momento en el que nuestros sentimientos son tan poderosos como para anular todo lo demás y no dejar abierta la menor posibilidad de sintonizar con el otro.

Esta escucha emocionalmente adecuada se basa en “reflejar”. Un miembro expresa una demanda,  y el otro debe formularla en sus propias palabras, tratando de expresar no solo los pensamientos sino los sentimientos subyacentes implicados. El hecho de sentirse adecuadamente reflejado no solo proporciona la sensación de que uno está siendo comprendido, sino que también conlleva necesariamente una cierta armonía emocional que a veces basta para desmantelar un ataque inminente y terminar con la violencia que puede conducir un enfrentamiento abierto.

La comunicación abierta según Haim Ginott, pionero de la comunicación eficaz, no supone un desafío, una amenaza o un insulto, y no da lugar a actitudes defensivas como la excusa, evitación de responsabilidades, contraataques destructivos…en este so la empatía vuelve a ser un factor vital.
Para que estas estrategias demuestren su utilidad en los momentos emocionalmente más críticos, deben de estar suficientemente grabadas. Nuestro cerebro emocional reacciona de manera automática con aquellas respuestas emocionales que hemos aprendido a lo largo de toda nuestra vida en los repetidos momentos de enfado y de sufrimiento emocional, tal que estas terminan dominando todo nuestro panorama mental. La memoria y al reactividad están muy estrechamente ligadas  a las emociones y es por eso por lo que en estos momentos resulta más difícil evocar respuestas asociadas a las situaciones de calma. Así pues,  sino nos familiarizamos y entrenamos en dar respuestas emocionales más positivas en situaciones de estado neutro, nos resultara sumamente difícil poder llegar a evocarlas cuando estemos alterados.

El adiestramiento en este tipo de respuestas hasta hacerlas automáticas nos proporcionara la oportunidad de recurrir a ellas en medio de una crisis emocional. Por esta razón, si queremos que las estrategias recién citadas se conviertan en respuestas espontaneas o que no tarden demasiado en producirse  y lleguen a formar parte de nuestra forma de actuar común debemos ensayarlas y practicarlas  tanto en momentos de tranquilidad como en los medios de más acalorada discusión.

Todos estos medios  contribuyen  a forjar nuestra inteligencia emocional, son púes antídotos contra la desintegración intrapersonal.

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